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domingo, 24 de abril de 2011

Conflictos sociales en el Norte de África y el Oriente Medio

Conflictos en el Norte de África
Causas
1. “El informe de la ONU aseguraba que el mundo árabe está sufriendo tres grandes déficits: déficit de educación, déficit de libertad y déficit de poder para sus mujeres. Un sumario del informe, publicado en el Middle East Quarterly en el otoño de 2002, detallaba la evidencia clave: el producto interno bruto de todo el mundo árabe tomado en conjunto era menor que el de España. La inversión per cápita en educación en países árabes registró una caída de 20% en comparación con la de países industrializados en 1980, quedando en 10% a mediados de los 90. En cuanto al número de publicaciones científicas por unidad poblacional, la producción promedio del mundo árabe por cada millón de habitantes equivalió a casi 2% de la registrada por cualquier país industrializado.

Cuando se compiló dicho informe, el mundo árabe traducía aproximadamente 330 libros al año, una quinta parte de los que traduce Grecia. En los índices de la Freedom House, los países árabes tuvieron el menor puntaje entre siete regiones del mundo en cuanto a libertad hacia finales de los 90. En los albores del siglo XXI, el mundo árabe tenía más de 60 millones de adultos analfabetas, que en su mayoría eran mujeres. Yemen podría ser el primer país del mundo que se quede sin agua en 10 años”. Thomas Friedman
2. Desde hace años, bajo la superficie del estancado mundo árabe viene fermentándose esta épica explosión social que sin lugar a dudas concluirá con grandes cambios y marcará un hito en la historia de la humanidad. Sin embargo, a pesar de las similitudes, insurrecciones populares contra regímenes despóticos, longevos, autoritarios, corruptos, nepotistas, faltos de libertades individuales y violadores de los derechos humanos, son muchas las diferencias entre país y país. Cada Estado árabe tiene su propia problemática, sus conflictos internos, estructura de poder, patrones culturales, historia, situación económica, más pobreza unos que otros y alianzas internacionales, por lo que el desenlace de la actual crisis será diferente en cada uno. Marcos Merkel
3. En Siria se conjugan, a su manera, diversos ingredientes que podrían poner al régimen de Al Assad contra la pared.
Un país relativamente pobre, al que se le está acabando el petróleo. Una población muy joven con una precaria perspectiva de empleo, pero con un alto nivel de escolaridad y en pleno proceso de expansión de redes sociales por Internet. Un Estado autocrático, policivo y militarista que está bajo una especie de ley marcial desde 1963 y que no permite la disidencia ni las reuniones sin permiso -salvo los viernes de oración- y que tiene un partido único, el Baas. Redacción internacional El Tiempo.
4. Son precisamente esos estratos sociales los que ahora se rebelan en diversas partes del norte de África, con el respaldo de una diversificada clase media golpeada por la recesión mundial. Un hecho apenas sorprendente para todo aquel que esté consciente del deprimente nivel de desempeño, que desde hace mucho tiempo muestran los indicadores de desarrollo humano en la mayor parte de esa región, tradicionalmente agobiada por el desempleo generalizado y la carestía de la vida. Sergio Barrios
5. Los gobiernos del Magreb y el norte de África acuden desde hace varios años a la represión y la persecución de la resistencia. Esto fue facilitado por el carácter de esos Estados: autoritarios, autárquicos, monárquicos, o directamente dictatoriales. La rebelión explota tarde porque la gente no tenía las libertades políticas necesarias, como en muchos de nuestros países. Hasta que dijeron basta. Modesto Emilio Guerrero
Mubarak gobernó 30 en Egipto
Gadaffi gobierna hace 42 años en Libia
Ben Alí gobernó 27 años en Túnez.
En Bahréin, el pequeño reino en el Golfo Pérsico, con su desproporcionada importancia geopolítica y el 70% de población musulmán chiita, se ha instalado una tensa calma, mientras que en la Plaza de la Perla en el centro de su capital, Manama, permanecen centenares de manifestantes, que exigen cambios en este país regido por sus “dueños”, la dinastía sunita Al Jalifa, desde 1783.
En Arabia Saudita, la gran potencia regional, el mayor productor de crudo en el planeta, líder del mundo árabe sunita, aliado de Occidente —miembro del G20— donde el 20% de la población es chiita, igualmente reprimida y marginada, la familia real debe tener a sus temibles servicios de seguridad en máxima alerta para evitar que la epidemia revolucionaria llegue a sus costas.
El régimen iraní de Jamenei y Ahmadineyad no ha podido estabilizarse desde las fraudulentas elecciones de junio de 2009. Las calles se llenan de manifestantes que son atacados de manera brutal por la Basij y los servicios de seguridad, restándole cada vez más legitimidad al régimen, en el interior del cual ya hay graves fracturas.
Entre los árabes, hasta la huida de Ben Ali a Arabia Saudí, no ha sido habitual que una revuelta popular derribe a un dirigente. Y tampoco lo es que las urnas permitan la alternancia política. Lo habitual es que los relevos se den por causas biológicas o por golpes de Estado. En Marruecos, Hasan II, en el poder desde 1961, murió en 1999 y le sucedió su hijo Mohamed VI. En Jordania, Husein, en el poder desde 1952, murió en 1999 y le sucedió su hijo Abdulah II. Y en Siria, el presidente Hafez el Asad, en el poder desde 1970, murió en el 2000 y le sucedió su hijo Bashar el Asad, como en una monarquía. Ha habido, pues, muchos relevos pero pocos cambios.
6. La rica Libia tampoco se salvó de sus efectos desastrosos: Sigue importando el 75% de los alimentos, un consumo controlado por transnacionales europeas, el desempleo es del 30% al año 2011 y el analfabetismo creció hasta el 18%; uno de cada tres habitantes sobrevive en la pobreza crítica. Modesto Emilio Guerrero
7. Para el caso de Túnez. El deterioro de las condiciones económicas, el incremento del paro y la reducción drástica del poder adquisitivo (provocada por un incremento de los precios de productos de primera necesidad) han cambiado drásticamente este panorama de forzada estabilidad. Los datos hablan por sí mismos: entre 2008 y 2010 cerca de 75.000 estudiantes diplomados de la enseñanza superior se insertan cada año en el mercado laboral; sólo eran mil en los años 80. La tasa de desempleo de la juventud en edades comprendidas entre los 15 y 29 años alcanzó en 2008 el 31,2 por ciento.
El generalizado malestar de la población, la brutal corrupción del régimen, la violación sistemática de los derechos humanos y la falta de libertades han terminado por desembocar en una movilización popular que ha saltado a las calles de diferentes localidades del país. El deterioro de las condiciones económicas y sociales ha ido acompañado por un enriquecimiento ostentoso de una nueva clase económica, que aprovechó la apertura iniciada a partir de los años 80. Ello acentuó las desigualdades e injusticias en la sociedad tunecina e intensificó el sentimiento de “hogra”, término que desde los años 80 viene a designar el profundo desprecio del pueblo árabe por estos regímenes corruptos. Laurence Thieux
¿Quiénes participan en las revueltas?
Como muy pocas veces en la historia, estamos en presencia de un proceso de rebeliones sociales en el mundo árabe (Magreb y el norte de África), compuesto por trabajadores, estudiantes, mujeres, jóvenes desempleados y sectores profesionales de la clase media. Cada cual con sus organizaciones barriales, sindicales, culturales, políticas o gremiales. Esta es la base social de la rebelión. Modesto Emilio Guerrero
Responsabilidad de los países europeos y de los Estados Unidos en la crisis
1. Durante los últimos 50 años, Estados Unidos (y Europa y Asia) ha tratado a Oriente Medio como si simplemente fuera una serie de grandes gasolineras: estación saudita, estación Irán, estación Kuwait, estación Irak, estación Emiratos Árabes Unidos, etcétera. Nuestro mensaje hacia la región ha sido en verdad consistente: “Amigos (sólo hablábamos con hombres), este es el trato: mantengan abiertas sus bombas, bajos sus precios del petróleo, no molesten mucho a los israelíes y, en lo que a nosotros respecta, pueden hacer lo que quieran allá lejos. Pueden privar a su pueblo de cualquier derecho civil que les plazca. Pueden participar en toda la corrupción que deseen. Pueden predicar cualquier intolerancia que quieran desde sus mezquitas. Pueden imprimir en sus periódicos cualquier teoría conspirativa que les venga en gana sobre nosotros. Pueden mantener a sus mujeres tan analfabetas como quieran. Pueden crear cualquier gran economía de tipo asistencialista, sin capacidad alguna para la innovación, que se les antoje. Pueden darle una educación inferior a su juventud tanto como quieran. Tan sólo mantengan abiertas sus bombas, bajos los precios del petróleo, no molesten mucho a los judíos y pueden hacer lo que les dé la gana por allá”.

Esa actitud fue lo que permitió que el mundo árabe se aislara de la historia a lo largo de los últimos 50 años, que fuera gobernado por décadas por los mismos reyes y dictadores. Bien, la historia ya volvió. La combinación del aumento en los precios de la comida, enormes masas de jóvenes desempleados y redes sociales que están permitiendo a esos jóvenes organizarse en contra de sus dirigentes está rompiendo todas las barreras del miedo que mantuvieron en el poder a estas cleptocracias. Thomas Friedman
2. Nunca se dirá bastante que estos sátrapas modernos que han esquilmado y reprimido durante décadas a sus compatriotas contaron con el apoyo entusiasta de las potencias occidentales. Ver cómo Nicolás Sarkozy, el amigo de Ben Alí, Mubarak y Gadafi, se pone el primero en la fila para bombardear Libia produce sonrojo, por justificable que sea la intervención.

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