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lunes, 18 de octubre de 2010

El elogio de la locura

El elogio de la locura
Erasmo de Rotterdam


Desiderio Erasmo de Rotterdam (1446-1536): fue una personalidad enormemente controvertida y molesta en su época. Vivió en la encrucijada entre la Reforma protestante y la obsoleta ortodoxia tradicionalista de la Iglesia cristiana, el cauteloso Erasmo se granjeó la enemistad y el repudio de ambos bandos: un traidor vendido al mejor postor para los luteranos y un peligroso reformista que, con sus doctrinas heréticas había apoyado al reformismo y perjudicado a la Iglesia de Roma.

Nacido en Rotterdam, Holanda, en 1469, recibió una buena educación impregnada por el estudio de las bonae litterae, esto es, de la literatura y las lenguas grecolatinas propias del humanismo renacentista, movimiento del que fue uno de sus máximos y más refinados representantes.
Gran estudioso y conocedor de la literatura y las lenguas grecolatinas, Erasmo fue un escritor enormemente original que puso su ingenio y la perspicacia lúcida e irónica de su pluma al servicio de una reforma de la Iglesia y de la sociedad que permitiera una vuelta al auténtico espíritu del cristianismo, perdido en abstractos formalismos escolásticos y degenerado por las corruptas instituciones y ritualismos eclesiásticos.

He aquí, algunos fragmentos de su libro “El elogio de la locura”:
1. San Pablo pudo ser un admirable defensor de la Fe, pero mostrase poco magistral al definirla diciendo solamente que «La Fe es el fundamento de las cosas que se esperan y la convicción de las [103] que no se ven ». Así como practicó la caridad de modo admirable, acreditó ser poco dialéctico en la división y en la definición que hace de ella en el capítulo XIII de su primera Epístola a los corintios. Los Apóstoles, que sin duda consagraban con devoción, si se les hubiera interrogado acerca de los términos «a quo» y «ad quem», o sobre la Transustanciación, o de cómo el mismo cuerpo puede a la vez ocupar dos lugares distintos, o de las diferencias que pueden hallarse en el cuerpo de Cristo, ora cuando está en el cielo, ora en la cruz, ora en el sacramento de la Eucaristía, o en qué momento preciso se verifica la Transustanciación -ya que las palabras en cuya virtud se realiza, como cantidad discreta, se pronuncian sucesivamente-, no es posible que sus respuestas alcanzasen a la agudeza de los escotistas en la definición y explicación de todo lo que he dicho. Conocieron a la Madre de Cristo, pero ¿cuál de ellos hubiera demostrado tan filosóficamente como nuestros teólogos de qué modo la Virgen fue preservada del pecado original? Pedro recibió las llaves y las recibió de Aquel que no las hubiera confiado a indigno, pero no sé, empero, si entendió y, desde luego, no llegó a la sutileza de saber cómo un hombre puede llevar las llaves de la Ciencia careciendo en absoluto de ella. Estos Apóstoles bautizaban por todas partes y, sin embargo, jamás explicaron la causa formal, material, eficiente y final del bautismo, ni hay mención alguna de ellos de su carácter deleble e indeleble. Adoraban a Dios en espíritu, sin atender más que a las palabras del Evangelio: «Dios es espíritu y en espíritu y en verdad se le debe adorar”, pero no consta que les fuese revelado entonces que se deba adorar del mismo modo una mala imagen de Cristo pintada con carbón en una pared, a condición de que tenga dos dedos extendidos, larga cabellera y una aureola con tres rayas sobre el occipucio. ¿Quién podrá darse cuenta de ello sin haber pasado por lo menos treinta y seis años estudiando la física y la metafísica de Aristóteles y Escoto?

2. Pero Cristo, cuando vea que no lleva traza de acabar esta lista de méritos, les interrumpirá exclamando: « ¿De dónde ha salido esta nueva casta de judíos? En verdad os digo que yo no conozco más que mi ley, y es la única cosa de que no he oído ni una palabra. En aquel tiempo, prometí de modo manifiesto y sin cobertura de parábola alguna, el reino de mi Padre, no a las cogullas, ni a los votos, ni a los ayunos, sino a las obras de caridad. No reconozco a los que estiman tanto sus propios méritos y quieren pasar todavía por mejores que Yo. Vayan, si quieren, al paraíso de los abraxistas o que les concedan uno de estos nuevos cielos que han inventado, ya que antepusieron sus despreciables tradiciones a mis mandamientos.» Cuando escuchen todo esto y contemplen que lo marinos y los cocheros son preferidos a ellos, ¡con qué cara se mirarán unos a otros!... Pero mientras tanto, les hago dichosos gracias a la esperanza que reciben de mí.

3. Los pontífices, cardenales y obispos, sucesores de los Apóstoles, imitan de tiempo inmemorial la conducta de los príncipes y casi les llevan ventaja. Pero si alguno reflexionase que su vestidura de lino de níveo blancor simboliza una vida inmaculada, que la mitra bicorne, cuyas puntas están unidas por un lazo, representa la ciencia absoluta del Antiguo y del Nuevo Testamento; que los guantes que cubren sus manos le indican que deben estar protegidas del contacto de las humanas cosas e inmaculadas para administrar los Sacramentos; que el báculo es insignia de vigilancia diligentísima para con la grey que se le ha confiado; que el pectoral que pende de su pecho representa la victoria de las virtudes sobre las pasiones; si uno de éstos, digo, meditase sobre todo ello, ¿no viviría lleno de tristeza e inquietud? Pero nuestros prelados de hoy tienen bastante con ser pastores de sí mismos y confían el cuidado de sus ovejas o a Cristo, o a los frailes y vicarios. No recuerdan que la palabra «obispo» quiere decir, trabajo, vigilancia y solicitud. Sólo si se trata de coger dinero se sienten verdaderamente obispos y no se les embota la vista.
4. De la misma manera si los cardenales reflexionasen que son sucesores de los Apóstoles y que deben guardar la misma conducta que éstos observaron; que no son dueños, sino administradores de los bienes espirituales, de todos los cuales han de dar pronto exacta cuenta; si filosofasen un poco sobre sus vestiduras y reflexionasen: «Este albo sobrepelliz, ¿no representa la pureza de costumbres? Este manto de púrpura, ¿no simboliza el ardentísimo amor a Dios? Esta capa tan amplia que cubre completamente la mula de Su Reverencia y que bien pudiera tapar a un camello, ¿no significa extensísima caridad que debe llegar a ayudar a todos, es decir, a enseñar, exhortar, consolar, reprender, amonestar, evitar las guerras, resistir a los malos príncipes derramando para ello no sólo las riquezas, sino la propia sangre en beneficio del rebaño de Cristo? Además, ¿se precisan las riquezas para imitar a los Apóstoles en su existencia?» Si todo esto recordase, no ambicionarían tal posición y dejándola de buen grado, llevarían vida laboriosa y prudente, como fue la de los discípulos de Jesús.
5. Si los Sumos Pontífices, que hacen las veces de Cristo en la Tierra se esforzaran en imitar su vida, su pobreza, trabajos, doctrina, su cruz y desprecio del mundo; si pensasen en que el nombre de «Papa» quiere decir «Padre» y advirtieran el título de «Santísimo», ¿quién habría tan desdichado como ellos? ¿Quién querría alcanzar este honor a tal precio y conservarlo por medio de la espada, el veneno y todo género de violencias? ¡Cómo tendrían que privarse de sus placeres si alguna vez se adueñase de ellos la sabiduría...! ¿He dicho la sabiduría? Sería suficiente un granito de sal, según recuerda Cristo. ¡Tantas riquezas honores, triunfos, poder, cargos, indulgencias, tributos, caballos, mulos, escoltas y comodidades! Ya veis cuántas vigilias, cuánto trabajo y cuánta riqueza he resumido en pocas palabras. Todo esto habría de trocarlo por vigilias, ayunos, lágrimas, preces, sermones, estudios, penitencias y otras mil pesadumbres.

6. De la misma manera, los pontífices, diligentísimos para amontonar dinero, delegan en los obispos los menesteres demasiado apostólicos; los obispos, en los párrocos; los párrocos, en los vicarios; los vicarios, en los monjes mendicantes y, por fin, éstos lo confían a quienes se ocupan de trasquilar la lana de las ovejas.

Tomado de: www.cibernous.com

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